
Una familia heredera de joyas de sus padres, nos las trae para valorar y poder hacer un reparto equitativo entre los herederos. Algunas de las joyas, no las quieren como tal y prefieren fundirlas y después de su afinaje, convertirlas en pequeños lingotes de 50 g. de oro fino de 24 K y repartirselos y guardarlos. Este trabajo es un servicio mas que damos a nuestros clientes.
Nos ponemos en contacto con la empresa de afinaje de metales, nos dan presupuesto y una vez todos sabedores y admitiendo el presupuesto, hago la entrega de las piezas para su fundición y posterior afinaje. Cuando la empresa se pone manos a la obra, advierte algunos detalles anormales por lo que se pone en contacto conmigo para comunicármelo. Uno de ellos es una esclava de tubo redondo, articulada, con charnela y cierre de cajón con lengua camuflado, que tiene un peso excesivo para lo que suele ser normal (58 gramos, cuando lo normal suelen ser entre 15 y 20 g.) y aspecto al tacto de ser maciza, cosa que tampoco es habitual. También dos cruces supuestamente huecas, pero al tacto y por el sonido del golpe al dejarlas caer en una mesa que las hace parecer macizas. Cuando visito el taller de afinaje, delante de mi, cortan y/o seccionan estas tres piezas. Mi asombro viene después cuando veo que la esclava tiene un núcleo o «alma», que llaman los joyeros, de cobre y las dos cruces están rellenas de yeso. Sencillamente ¡alucinante!.
Esto provoca indignación en los clientes, merma la credibilidad y confianza en el sector. Piezas que se han vendido con un precio relacionado con su peso, pero de cobre y de yeso, es decir cobre y yeso a precio de oro.


