A lo largo del tiempo van surgiendo nuevos materiales diseñados, casi siempre, con fines tecnológicos que han encontrado aplicación en joyería. En general, ese es el principio de la mayoría de las gemas sintéticas o artificiales que ahora estamos habituados a ver engastadas en algunas piezas de joyería contemporánea, desde esmeraldas, rubíes, o zafiros sintetizados mediante diversas y muy diferentes técnicas hasta los más recientes diamantes sintéticos. Los gemólogos a través de nuestros canales profesionales de información solemos estar enterados de las novedades que van apareciendo en el mundo de la gemología y joyería, de manera que cuando se nos presenta un tipo de gema que no habíamos visto hasta el momento no nos pilla desprevenidos ya que disponemos de suficiente información técnica para su identificación. Sin embargo, la casuística llega a ser tan extensa que algunas veces podemos llegar a tener que emplear tiempo y recursos en identificar un ejemplar que, en realidad, no debería tener mayor complicación. Ese es el caso que nos ocurrió hace poco tiempo con un supuesto granate tsavorita que se encontraba en un lote de este tipo de granates de bello color verde.
La gema pesaba 1,45 ct, era de color verde intenso y tenía un índice de refracción de 1,765, o sea, monorrefringente, mientras que su peso específico, que averiguamos con la balanza hidrostática, era de 4,23. Estos dos valores, en el caso de los granates, son contradictorios porque con ese índice de refracción debería corresponderle un peso específico más bajo, o, al contrario, con un peso específico tan alto debería tener un índice de refracción también alto. En cualquier caso, con luz ultravioleta de onda corta (257 nm) tenía fluorescencia blanquecina intensa, pero con onda largas era inerte: otro dato también contradictorio, puesto que en la mayoría de la gemas naturales (no todas), suele ser al revés, si tienen fluorescencia esta es más intensa con onda larga que con onda corta.
En el interior del ejemplar, que era completamente transparente, pudimos observar con el microscopio gemológico unas tenues fisuras que ante un observador desprevenido podrían pasar como velos o «plumas» formadas por diminutas inclusiones, pero que indudablemente no lo eran.
Una característica muy destacable es que entre polarizadores cruzados el ejemplar no presentaba ningún tipo de tensión, podríamos decir que la piedra se veía «mortecina». Los materiales monorrefringentes, entre ellos algunas gemas como los diamante, granates o vidrios, no se iluminan periódicamente al rotarlos 360º en el polariscopio, pero suelen estar tensionados y a menudo pueden verse un poco iluminados.
Las características que acabamos de describir nos recordaban a un material vitrocerámico llamado nanogem, sobre el que escribimos un artículo en nuestra web, publicado en mayo de 2017, titulado «Nuevas gemas hechas con nanocristales».
El problema para identificar inmediatamente esta gema consistía en que las constantes de los ejemplares de referencia del llamado nanogem que se encuentran en la colección de nuestro laboratorio no coincidían del todo con el ejemplar que estábamos estudiando. No obstante, al tener ya una referencia indagamos en esa línea y pudimos comprobar que otros fabricantes ofertan también este tipo de material vitrocerámico en una gran variedad de colores que tienen un gran parecido con algunas gemas naturales, y, entre un fabricante y otro, así como entre los diferentes colores, las constantes físicas varían sensiblemente.
Estos productos consisten en una matriz de vidrio que contiene embebidos cristales de tamaño nanométrico, sus componentes principales son óxidos de aluminio, zirconio, titanio, calcio, litio, potasio y elementos de las tierras rara; la proporción y variabilidad de estos componentes es lo que explica las diferencias que vemos en las constantes gemológicas. Aunque siempre mantienen una elevada dureza, 7 en la escala de Mohs, y un alto punto de fusión, entre 1500º C y 1.700º C, lo que hace que estas gemas artificiales sean aptas para su empleo en joyería.
Este es un buen ejemplo para recordarnos que no deberíamos bajar la guardia y ser metódicos en todo momento al estudiar los ejemplares. La rutina, las prisas, o el contexto en el que se nos presentan las gemas puede inducirnos a equivocación, como por ejemplo en este caso: un paquete o lote de gemas todas del mismo tipo que contiene una piedra diferente de características muy parecidas, tanto en cuanto al color como al brillo, la dureza, etc., que fue introducida por error o con el ilegítimo fin de engañar al comprador.
Escrito por José Manuel Rubio Tendero