En la encrucijada entre lo material y simbólico que representa una joya, los gemólogos centramos gran parte de nuestra atención en el estudio de su materialidad. El abanico de instrumentos que empleamos para ello se ha incrementado últimamente con nuevas técnicas. Aunque los métodos gemológicos tradicionales siguen siendo completamente válidos para el desarrollo habitual de nuestro trabajo, la sofisticación de los tratamientos para embellecer artificialmente las gemas y, sobre todo, la irrupción de los diamantes sintéticos en el panorama actual de la joyería, nos obliga a adecuar el equipamiento técnico (e intelectual) de nuestros laboratorios a las circunstancias. Los gemólogos nos enfrentamos a esta necesidad urgente que de una manera u otra debemos solventar.
En realidad, son técnicas relativamente nuevas solo en el ámbito gemológico porque ya llevan un largo recorrido de probada efectividad en otros campos. Ciertas técnicas a las que hace algunas décadas se les auguraba un futuro prometedor en gemología hoy en día por alguna razón no han llegado a implantarse en nuestra disciplina, mientras que otras han demostrado ser muy útiles y se han establecido en el quehacer cotidiano de los laboratorios gemológicos. Ese es el caso de la espectroscópica de infrarrojo FTIR, Raman, y UV-Vis-Nir que han pasado a ser pilares fundamentales en el estudio de las gemas.
Estas tres técnicas espectroscópicas son complementarias, cada una tiene capacidades y funciones concretas y pocas veces se solapan las funciones de una con las de otra. Por ejemplo, la información que suministra la espectroscopía UV-VIS-NIR es útil para identificar tratamientos térmicos, importante en los diamantes, y para averiguar, en algunos casos, el origen geográfico de las gemas, como ocurre con las turmalinas de Paraíba o algunos zafiros. La espectroscopía Raman es muy eficaz para identificar materiales, sobre todo gemas raras, y el espectro de fotoluminiscencia que estimula junto al Raman también aporta información crucial para detectar diamantes sintéticos y tratamientos. Por su parte, la espectroscopía de infrarrojos por transformadas de Fourier (FTIR), basada en la interacción de las ondas infrarrojas con las vibraciones moleculares, es la técnica adecuada para identificar los tipos de diamantes, algo importantísimo en su estudio. También separa con facilidad las esmeraldas naturales de las sintéticas, detecta los tratamientos de rellenos de fracturas con resinas artificiales e, incluso, puede utilizarse también en la identificación de gemas.
El principal problema de estos instrumentos es, sin duda, el coste tan elevado que tienen. Una vez superado este escollo queda aprender a manejarlos e interpretar correctamente los resultados obtenidos que se muestran mediante gráficas. En el caso de la espectroscopía FTIR nos encontramos además con una dificultad añadida: la mayoría de los espectrofotómetros están diseñados para analizar los ejemplares en láminas finas o polvo mezclado con bromuro potásico prensado para que las radiaciones infrarrojas se transmitan a través de la muestra. Ese tipo de preparaciones destructivas obviamente no se pueden realizar con las gemas. Por otra parte, las gemas cuando están talladas (casi siempre) producen muchas reflexiones que distorsionan los resultados y, además, a menudo van montadas en alguna pieza de joyería de manera que el examen del ejemplar se complica más. No obstante, para superar estos obstáculos se han diseñado accesorios especiales que permiten su empleo en gemología. Un método muy efectivo consiste en utilizar un accesorio de reflectancia difusa. En este caso, el haz de luz infrarroja no se transmite a través del ejemplar, sino que se refleja desde la superficie hacia un juego de espejos que transmite la radiación infrarroja a un detector. El espectro resultante no es siempre exactamente el mismo que el de transmisión y ello dificulta contrastar los resultados con otros publicados en revistas especializadas o bases de datos comerciales. Por eso, lo mejor es crear nuestra propia base de datos con ejemplares previamente identificados, aunque eso requiere, por supuesto, tener nuestra colección de referencia.
Otras técnicas como el análisis de fluorescencia de rayos X o la espectroscopía de masas son también útiles, pero escapan a las posibilidades de un laboratorio gemológico medio, no digamos ya de los gemólogos independientes. Aun así, podemos acceder a estos servicios mediante acuerdos con ciertas instituciones científicas abiertas a las empresas privadas.
Una consecuencia producto de estas innovaciones la podemos ver en gemas como las turquesas, opacas, y a menudo talladas con superficies curvas. Hasta hace poco las turquesas planteaban muchas dificultades para su identificación, pero actualmente no representan ningún problema. En cierta manera, la evolución que han experimentado las técnicas aplicadas a la investigación gemológica ha cambiado la jerarquía de piedras «difíciles» de identificar.
Así pues, los gemólogos nos enfrentamos con la necesidad de adaptarnos a la realidad actual si queremos realizar nuestra función profesional correctamente. Esta adaptación pasa en primer lugar por una formación apropiada. No se entiende bien cómo es posible que los temarios de algunas escuelas de gemología sean los mismo que los de hace más de tres décadas. Y, en segundo lugar, debemos introducir nuevo instrumental capaz de hacer frente a los retos actuales y, eso, en mi opinión es bastante más complicado porque se requiere una inversión muy elevada.
Escrito por José Manuel Rubio Tendero