Tanto el mundo de la joyería profesional como el público en general utilizan cada día más en sus transacciones los certificados e informes emitidos por laboratorios gemológicos. Estos documentos elaborados por una entidad independiente facilitan la negociación entre las partes. Sin embargo, su fiabilidad se ve ocasionalmente mermada por ciertas prácticas que, en el mejor de los casos, son desaconsejables, cuando no directamente reprobables. No es muy habitual pero vemos esporádicamente certificados expedidos por organizaciones, empresas o instituciones desconocidas, a menudo camufladas entre siglas confusas (todas ellas muy parecidas), que presentan conclusiones alejadas de la realidad y cuyo objetivo, en general, es incrementar el valor de la gema o joya a la que hacen referencia. Aunque, también, algunas veces pueden ser equivocaciones de quienes los expiden.
Dadas las circunstancias, no podemos reprochar al público que algunas veces dude de la fiabilidad de los certificados expedidos incluso por laboratorios gemológicos serios y rigurosos. Sin embargo, esta disculpa no alcanza, en mi opinión, al ámbito profesional que debería saber qué información suministran estos informes o certificados y quiénes los emiten y, por supuesto, reconocer su autenticidad. Algo esencial para que un certificado o informe gemológico cumpla su función.
Antes de proseguir con el tema que nos ocupa, la credibilidad de los certificados o informes gemológicos, conviene hacer un paréntesis para aclarar que bajo esta denominación nos referimos a un grupo de gemólogos con formación titulada, experiencia e instrumental adecuado para el estudio de las gemas. Así pues, esta definición breve y concisa, y como tal sujeta a múltiples puntualizaciones, excluye agrupaciones o asociaciones de gemólogos, cualquiera que sea su fin, sin instrumental gemológico a disposición de sus miembros o de un grupo de ellos. Aunque el requisito de ser un grupo podría ser discutible así viene estipulado en las recomendaciones del Libro Azul de los Laboratorios Gemológicos, apartado 5.1.2, de la Confederación Internacional de Joyería (CIBJO), que dice “un laboratorio deberá contar con tres personas por lo menos formadas, con experiencia y habilidades demostradas”. Entiéndase bien, no quiero decir que los gemólogos o tasadores independientes no tengan una función o cometido importante. Nada más lejos. Pero no es ahora el momento de extenderme en ello.
Como dije más arriba, dado que el público solicita cada día más los certificados gemológicos, los profesionales de la joyería y comercio de piedras preciosas deberían saber que con estos documentos no se expresa una opinión, sino que son el resultado de un conjunto de evidencias empíricas que conducen a una conclusión. Por tanto, los resultados obtenidos por el gemólogo al analizar un ejemplar se repetirán una y otra vez y serán comprobables en cualquier momento.
Otra cosa bien distinta es cuando los conocimientos o las limitaciones técnicas del momento no permiten llegar a resultados concluyentes y, sin embargo, encontramos indicaciones que elevan la probabilidad de que un material sea lo que sospechamos. En esos casos sí se expresan opiniones que habitualmente se reflejan en el apartado de observaciones o comentarios del informe. Por ejemplo, en la mayoría de los casos en los que se afirma, a veces con demasiada ligereza, el origen geográfico de algunas gemas. Algo similar cabe decir con respecto a otro tema muy actual y delicado que influye directamente en el precio de ciertas gemas: los tratamientos para embellecerlas artificialmente. Identificar las gemas tratadas puede ser muy sencillo o muy difícil, depende de qué tipo de gema y del tratamiento aplicado. Un ejemplo real ilustrará lo que acabo de decir.
Todos sabemos (o deberíamos saber) que algunas esmeraldas con fracturas ganan transparencia si se rellenan los espacios vacíos con determinados productos, entre ellos aceite de cedro o algún tipo de resina sintética. La resina sintética sirve también para cohesionar las esmeraldas muy fracturadas o, dicho con otras palabras, para pegarlas. Según el tratamiento aplicado a la gema el precio de esta se verá más o menos afectado. Pues bien, el 15 de noviembre de 2016 fue subastada en Christie’s una esmeralda (lote 150), tallada en estilo cojín cuadrada mixta que pesa 11,25 ct. La prestigiosa casa de subastas decía que la esmeralda iba acompañada de tres documentos: un certificado de origen y trazabilidad y dos informes gemológicos expedidos por diferentes laboratorios, el laboratorio suizo SSEF y el americano AGL. El informe de trazabilidad, expedido en origen por la empresa que extrajo de la tierra el mineral, estaba fechado el 26 de junio de 2016, casi cinco meses antes de que la esmeralda fuera adjudicada en Ginebra por 631.380 euros aproximadamente, dice que la esmeralda procede de una mina de Muzo, Colombia, y que está tratada con aceite de cedro para mejorar su pureza. El informe de AGL coincide con él, indica que la gema tiene un tratamiento para mejorar la pureza y lo califica de leve o sin importancia. Pero, sin embargo, el informe de SSEF, un laboratorio que es, sin duda, un referente mundial del que hemos aprendido y continuamos aprendiendo muchos gemólogos, fechado el 31 de agosto de 2016, afirma que, en efecto, la esmeralda procede de Colombia, pero no tiene indicaciones de tratamiento.
Después de ver esto cabe pensar que dos laboratorios diferentes dicen dos cosas distintas del mismo ejemplar. Y, sí, hay diferencias. Entonces, ¿uno se equivoca y otro no? Desde mi perspectiva se me ocurren varias posibilidades, todas comprensibles, aunque lamentablemente no tenemos espacio aquí para explicarlas. En cualquier caso, lo que me interesa destacar es lo difícil que algunas veces, no siempre, resulta precisar si una gema ha sido tratada o su origen geográfico. No es nada fácil. Se requieren instrumentos avanzados muy costosos y, a menudo, tiempo para estudiar con detenimiento los ejemplares y no siempre se obtienen resultados concluyentes. Es entonces cuando, quizá por la competencia entre laboratorios o la presión del cliente, los laboratorios se ven “obligados” a expresar opiniones.
El público, en general poco o mal informado, no es consciente muchas veces de la dificultad que entraña realizar e interpretar algunos análisis. Y, en mi opinión, ese es el momento en que los profesionales bien formados desempeñan un importante papel. Informar y explicar al cliente lo que expresa el contenido de un informe gemológico hace transparente la transacción y, con ello, eleva la calidad del producto.
Buenos dias
Por favor si tienen cursos virtuales en Gemología y la certificación.
Muchas gracias
Hola Antonio
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