De todos es conocido aquello que se dice «como cambia el cuento: de ser esto tuyo a ser mío», las mismas cosas no son iguales si son mías o si son tuyas. Seguramente todos hemos tenido una experiencia de este tipo.
En mi caso os voy a hablar de piedras o joyas en general, que es de lo que toco día a día y en donde experimento esta sensación que intento explicar. Alguna vez no te ha pasado que has comprado una piedra y la has mirado y vuelta a mirar y aunque la persona que te la vende intenta explicarte lo bonita y buena que es, te empeñas en que no es asi, que te gusta, pero no es tanto como te dice, «si ,.., pero, mira si me la dejas a tanto, me la llevo». Bueno, ahora ya es tuya la vuelves a mirar y dices, «pues tenía razón, es bonita, pero incluso la veo mejor todavía».
Me han pasado algunos casos curiosos. Una vez un cliente nos trae a valorar un solitario de diamante en talla brillante antigua. La piedra era bonita, tenía mucha vida, pocas inclusiones, SI 1, y de 2,55 ct de peso. La montura sencilla, de garras «ilusión», en platino y bien realizada. Nosotros se la valoramos con PVP (precio venta a público).
Para valorar un diamante de talla brillante antigua, al no haber tablas ni Rapaport que comprenda esta talla, tenemos en cuenta la perdida que tendría al retallarla y convertirla en una talla brillante moderna, el color poco variaría, la pureza es posible que se mejore si en la retalla quitamos alguna imperfección. Bueno, pues esa talla brillante moderna (virtual) con su nuevo peso, su color y pureza tiene un valor en las tablas Rapaport. Ese valor mas los márgenes comerciales y los impuestos, es el que colocamos en el documento de valoración. En caso de estar la piedra suelta, se puede escanear con un Sarín y el programa Diascan te realiza virtualmente una retalla, te dice el peso exacto que va a tener.
Una vez valorada, el cliente nos indica su intención de venderla y nos pide consejo de donde la puede vender. Le advertimos que el precio que va a obtener no será el mismo que el PVP si la comprara nueva en una joyería. Entendiendo esto, lo mandamos a una joyería especializada en joyas antiguas (lógicamente de segunda mano), pensando en que es una pieza digna de ese escaparate. Allí podrá negociar su venta con el propietario, bien dejándola para que se venda o vendiéndosela. Al poco tiempo vuelve y me comenta: ¿À donde me has mandado?, me quedo perplejo y le digo que me cuente. Me dice que una vez en la joyería, le indican que la pieza es de talla antigua (ya lo sabíamos) y que eso vale muy poco, que era fea, y sin gracia. En resumen que le ofrecían bastante menos que el precio de coste, no el de PVP, si no el de coste, vamos, ¡una miseria!.
En MLLOPIS tenemos muy en cuenta «la imparcialidad», no vendemos ni compramos joyas, aconsejamos o recomendamos donde venderlas, pero tenemos claro que el comercio «ahí fuera» es como es.
Estoy seguro que de haber vendido la pieza y si fuéramos a comprarla al verla en ese escaparate, el cuento que nos contarían sería muy diferente.
«Imparcialidad es un criterio de justicia que sostiene que las decisiones deben tomarse en base a criterios objetivos, sin influencias de sesgos, prejuicios o tratos diferenciados por razones inapropiadas» (definición de Wikipedia).
La imparcialidad es una cualidad que debe tener un tasador para no verse influenciado a la hora de darle un valor a las piezas. No participa ni en la compra ni en la venta, su valoración es imparcial.
Desafortunadamente esto no pasa en el comercio, son muchos los casos que nos encontramos en que las opiniones son muy diferentes según desde el lado en que se mire.
Nosotros somos imparciales.
¿Eres el vendedor? o ¿eres el comprador?. ¡Por favor se imparcial!.
Manuel Llopis es Gemólogo, Especialista en Diamante y Piedras Sintéticas Modernas, por la Universidad de Barcelona. Fundador y director del Laboratorio Gemológico MLLOPIS de Valencia.